El ministro de salud ha puesto en evidencia un estilo mediático muy falaz en sus anuncios sobre políticas de medicamentos y al mismo tiempo, inflexibilidad en la aplicación de medidas negativas para la salud de la población.
ANAMED, una mentira
El ministro Mañalich anunció ampulosamente la creación de la Agencia Nacional del Medicamento (ANAMED), aspiración muy sentida por todos aquellos profesionales de la salud interesados en que el país disponga efectivamente de medicamentos seguros, de calidad y eficaces.
La OMS propone un formato para las llamadas Agencias Reguladoras Nacionales (ARN), cuyo rol y finalidad es hacer cumplir cabalmente los requisitos CES de los medicamentos y otros productos sanitarios, esto es, su calidad, eficacia y seguridad. Tales agencias se conciben como entes de fiscalización y control de la mayor eficiencia posible, con un respaldo técnico de frontera y, sobre todo, con autonomía administrativa y recursos suficientes propios. La ANAMED, de acuerdo a este modelo, debería depender directamente del Ministerio de Salud.
Se dijo que ANAMED sería como la FDA y la EMA, las dos agencias reguladoras paradigmáticas en el mundo, que operan en Estados Unidos y en toda la comunidad europea, respectivamente.
Pues bien, la anunciada ANAMED es en términos reales, a la luz de lo que dice el proyecto presentado por el gobierno, sólo el nuevo nombre del actual Departamento de Control Nacional del Instituto de Salud Pública (ISP). En otras palabras, es apenas un cambio de nombre de un departamento que cumple hoy y desde hace más de veinte años funciones de registro sanitario, control de producción, verificación de calidad de los medicamentos y vigilancia de sustancias psicoactivas.
Se le otorga a este departamento algunas nuevas atribuciones menores, se le ofrece mejorar su infraestructura y contratar más personal farmacéutico, pero se le mantiene su dependencia del ISP, especialmente en la asignación presupuestaria, no obstante ser este departamento el que aporta, vía aranceles, no menos del 75% de los ingresos de este instituto.
Se trata, entonces, de una presentación demagógica frente a una aspiración muy antigua y sentida de los profesionales farmacéuticos del ISP y de todos los profesionales de la salud, que exigen una mejor atención en el importante tema de los medicamentos.
Cuando el ministro Mañalich hizo el anuncio, muchos expresaron su satisfacción, pero he aquí que una vez más hay una trampa, un engaño y, por qué no decirlo, una mentira.
La banalización del medicamento
El proyecto estrella de Mañalich es habilitar la venta de medicamentos sintomáticos (sin prescripción médica) fuera de las farmacias. Dice que de esta manera el acceso de la población será mejor, sobre todo en cuanto a precios.
No admite que este modelo implica un alto riesgo sanitario y argumenta que las farmacias no entregan un buen servicio al público. Es increíble que se esté utilizando el mal funcionamiento de las farmacias como argumento válido para instalar un sistema peor. Lo que procede es fiscalizar y corregir las malas prácticas actuales.
El proyecto en discusión parlamentaria contiene un germen de alto riesgo sanitario, pues estimula e incrementa la falta de respeto por el medicamento, aspecto muy grave si se considera que los fármacos no son inocuos y quedarían al alcance de la mano en cualquier sitio.
Se ha dicho que el nuevo sistema ofrecerá precios menores. Es probable que en los primeros meses se cumpliese este anuncio, como una maniobra para justificar el cambio. Pero en otros países donde fracasó este sistema, subieron rápidamente los precios de estos medicamentos. El caso argentino es el más reciente.
No se ha dicho que Chile es uno de los países latinoamericanos con menores precios farmacéuticos, gracias a la presencia de los medicamentos de denominación genérica (dato proporcionado por la International Marketing System, I.M.S.).
Por otra parte, los economistas saben muy bien que el sistema propuesto produciría indefectiblemente un aumento en el precio de los medicamentos "duros", es decir, aquellos destinados a enfermedades crónicas y patologías mayores.
Justo con aparecer los medicamentos sintomáticos en las estanterías de supermercados, almacenes de barrio, kioscos, botillerías y gasolineras, se incrementaría su publicidad y con ello aumentaría el consumo y el riesgo de intoxicaciones y otros disturbios.
A pesar que las farmacias tienen un comportamiento sanitariamente deficiente, hay en ellas un profesional idóneo, como es el químico farmacéutico, que aunque limitado en su gestión por las empresas, puede paliar el efecto negativo de las farmacias de cadena.
Este profesional asume la responsabilidad legal de todo lo que ocurre en una farmacia y hace cumplir las normas regulatorias aplicables a su funcionamiento. ¿Quién asumirá tal responsabilidad en un sistema tan abierto como el que se propone?
No hay que ser muy ágil de mente para saber que muy pronto habrá antibióticos, antidepresivos, corticoides y muchos otros fármacos delicados en esos "nuevos puntos de venta". Si la fiscalización es deficiente hoy, es de imaginar cómo será con miles de lugares sin control. Sería como una gran feria libre.
Lo que se propone es la banalización del medicamento. Es llevar al medicamento a la condición de producto sin importancia, cuando en rigor es un bien social vital. Que juzgue la población, cuál es la definición que le interesa.
¿Se hará responsable el Dr. Mañalich de los efectos negativos que producirá en la población esta venta abierta, si prospera su proyecto en el trámite parlamentario?
El presidente del Colegio Médico, y toxicólogo, Dr. Enrique Paris, ha dicho que el mayor porcentaje de intoxicaciones en Chile es causado por medicamentos. ¿Quiere el MINSAL que tal porcentaje aumente?
La muerte de la farmacia magistral
La elaboración de medicamentos por la vía magistral es tan antigua como la farmacia. El farmacéutico confecciona un medicamento en cumplimiento de una prescripción médica personalizada, es decir, para un paciente específico. Estas preparaciones se preparan para ese paciente y no se guardan en stock.
Los médicos acuden a esta modalidad para enfrentar ciertas carencias por ejemplo, para suplir medicamentos ausentes en el mercado farmacéutico, o para recetar dosis diferentes a las que ofrecen, todo ello para asegurar un mejor tratamiento.
Los preparados magistrales tienen un menor costo porque no tienen gastos de promoción ni publicidad y no pagan registro sanitario, y suelen ser los más indicados para enfermedades crónicas. Por tales razones, se puede afirmar que facilitan y hacen menos oneroso el tratamiento de muchas personas, especialmente de quienes tienen menos recursos.
El gran problema de atender a pacientes que padecen "enfermedades raras" (poco comunes) se soluciona eficazmente con formulaciones magistrales, que suplen la carencia de productos industriales ("drogas huérfanas") así conocidas porque las compañías farmacéuticas no las producen por su baja rentabilidad.
Pues bien, todas estas ventajas quedarán inhibidas con la aplicación del nuevo reglamento (Decreto Nº 79/11) dictado por el Ministerio de Salud. El ministro Mañalich ha sido inflexible frente a las demandas de profesionales y pacientes afectados en orden a postergar su vigencia para corregir disposiciones técnicas aberrantes que contiene el reglamento preparado por el I.S.P.
Medidas de dispensación inviables
Hace algún tiempo, el ministro de Salud manifestó la decisión de implementar dos medidas relacionadas con la dispensación de medicamentos. Una es la entrega a público de dosis unitarias de medicamentos, y la segunda, la prescripción genérica.
Se dijo que ambas medidas tenían por objeto mejorar el acceso de la población a los medicamentos, bajando su costo. Se puede aceptar que tal propósito es aplicable porque está en uso en otros países. Pero lo que está absolutamente claro es que tales medidas requieren de condiciones que no existen en Chile y que tardará mucho tiempo llegar a tenerlas.
En efecto, la venta por dosis unitarias significa fraccionar contenidos de envases, si éstos no corresponden a tratamientos completos, que sería, esta última, una buena forma de abaratar precios y evitar sobrantes innecesarios y riesgosos en nuevos usos automedicados.
Al no existir estas alternativas, a las farmacias llegarían envases clínicos, como a los hospitales, para extraer de ellos las dosis prescritas a cada paciente.
Una operación de esta naturaleza exige un recinto apropiado y la conservación de la cadena de aseguramiento de la calidad. No es fácil cumplir los requisitos de seguridad acreditada en un ambiente en donde el interés comercial impide una correcta y plena vigilancia profesional.
Se dirá que esta modalidad se practica habitualmente en muchos países. Es cierto. El fraccionamiento es habitual en países anglosajones, en los cuales - hay que decirlo - existe una cultura del medicamento milenaria que exige el respeto por el medicamento en todas sus formas de producción y dispensación.
En Chile, lamentablemente, estamos a años - luz de tener respeto por los fármacos, de suerte que una medida de la naturaleza anunciada por el MINSAL no pasará de ser un aviso con el propósito de engañar y de paso exponer a los pacientes.
La segunda medida es la prescripción genérica. Esto es una receta en que el médico debe indicar obligatoriamente los medicamentos por su denominación genérica, generalmente de menor precio, pudiendo el facultativo agregar alternativamente, si lo desea, el nombre del producto de marca correspondiente.
Se desconoce la reacción de los médicos frente a esta modalidad anunciada, que está en vigor aunque parcialmente en algunos países sudamericanos.
En todo caso, hay argumentos muy sólidos para exigir como condición "sine quanon" para aplicar tal modalidad de prescripción que en el país exista la equivalencia terapéutica acreditada. Y eso, en Chile, está aún en proceso de desarrollo. Es decir, falta aún un tiempo considerable para imponer este tipo de prescripción.
Las dos medidas anunciadas no son de suyo erradas, pero, como está analizado, no son viables en Chile en un plazo cercano. Si los requisitos se cumpliesen en algún tiempo más, requerirán de estudios técnicos serios para no quedar limitadas a la demagogia de que suele hacer gala el doctor Mañalich.
ANAMED, una mentira
El ministro Mañalich anunció ampulosamente la creación de la Agencia Nacional del Medicamento (ANAMED), aspiración muy sentida por todos aquellos profesionales de la salud interesados en que el país disponga efectivamente de medicamentos seguros, de calidad y eficaces.
La OMS propone un formato para las llamadas Agencias Reguladoras Nacionales (ARN), cuyo rol y finalidad es hacer cumplir cabalmente los requisitos CES de los medicamentos y otros productos sanitarios, esto es, su calidad, eficacia y seguridad. Tales agencias se conciben como entes de fiscalización y control de la mayor eficiencia posible, con un respaldo técnico de frontera y, sobre todo, con autonomía administrativa y recursos suficientes propios. La ANAMED, de acuerdo a este modelo, debería depender directamente del Ministerio de Salud.
Se dijo que ANAMED sería como la FDA y la EMA, las dos agencias reguladoras paradigmáticas en el mundo, que operan en Estados Unidos y en toda la comunidad europea, respectivamente.
Pues bien, la anunciada ANAMED es en términos reales, a la luz de lo que dice el proyecto presentado por el gobierno, sólo el nuevo nombre del actual Departamento de Control Nacional del Instituto de Salud Pública (ISP). En otras palabras, es apenas un cambio de nombre de un departamento que cumple hoy y desde hace más de veinte años funciones de registro sanitario, control de producción, verificación de calidad de los medicamentos y vigilancia de sustancias psicoactivas.
Se le otorga a este departamento algunas nuevas atribuciones menores, se le ofrece mejorar su infraestructura y contratar más personal farmacéutico, pero se le mantiene su dependencia del ISP, especialmente en la asignación presupuestaria, no obstante ser este departamento el que aporta, vía aranceles, no menos del 75% de los ingresos de este instituto.
Se trata, entonces, de una presentación demagógica frente a una aspiración muy antigua y sentida de los profesionales farmacéuticos del ISP y de todos los profesionales de la salud, que exigen una mejor atención en el importante tema de los medicamentos.
Cuando el ministro Mañalich hizo el anuncio, muchos expresaron su satisfacción, pero he aquí que una vez más hay una trampa, un engaño y, por qué no decirlo, una mentira.
La banalización del medicamento
El proyecto estrella de Mañalich es habilitar la venta de medicamentos sintomáticos (sin prescripción médica) fuera de las farmacias. Dice que de esta manera el acceso de la población será mejor, sobre todo en cuanto a precios.
No admite que este modelo implica un alto riesgo sanitario y argumenta que las farmacias no entregan un buen servicio al público. Es increíble que se esté utilizando el mal funcionamiento de las farmacias como argumento válido para instalar un sistema peor. Lo que procede es fiscalizar y corregir las malas prácticas actuales.
El proyecto en discusión parlamentaria contiene un germen de alto riesgo sanitario, pues estimula e incrementa la falta de respeto por el medicamento, aspecto muy grave si se considera que los fármacos no son inocuos y quedarían al alcance de la mano en cualquier sitio.
Se ha dicho que el nuevo sistema ofrecerá precios menores. Es probable que en los primeros meses se cumpliese este anuncio, como una maniobra para justificar el cambio. Pero en otros países donde fracasó este sistema, subieron rápidamente los precios de estos medicamentos. El caso argentino es el más reciente.
No se ha dicho que Chile es uno de los países latinoamericanos con menores precios farmacéuticos, gracias a la presencia de los medicamentos de denominación genérica (dato proporcionado por la International Marketing System, I.M.S.).
Por otra parte, los economistas saben muy bien que el sistema propuesto produciría indefectiblemente un aumento en el precio de los medicamentos "duros", es decir, aquellos destinados a enfermedades crónicas y patologías mayores.
Justo con aparecer los medicamentos sintomáticos en las estanterías de supermercados, almacenes de barrio, kioscos, botillerías y gasolineras, se incrementaría su publicidad y con ello aumentaría el consumo y el riesgo de intoxicaciones y otros disturbios.
A pesar que las farmacias tienen un comportamiento sanitariamente deficiente, hay en ellas un profesional idóneo, como es el químico farmacéutico, que aunque limitado en su gestión por las empresas, puede paliar el efecto negativo de las farmacias de cadena.
Este profesional asume la responsabilidad legal de todo lo que ocurre en una farmacia y hace cumplir las normas regulatorias aplicables a su funcionamiento. ¿Quién asumirá tal responsabilidad en un sistema tan abierto como el que se propone?
No hay que ser muy ágil de mente para saber que muy pronto habrá antibióticos, antidepresivos, corticoides y muchos otros fármacos delicados en esos "nuevos puntos de venta". Si la fiscalización es deficiente hoy, es de imaginar cómo será con miles de lugares sin control. Sería como una gran feria libre.
Lo que se propone es la banalización del medicamento. Es llevar al medicamento a la condición de producto sin importancia, cuando en rigor es un bien social vital. Que juzgue la población, cuál es la definición que le interesa.
¿Se hará responsable el Dr. Mañalich de los efectos negativos que producirá en la población esta venta abierta, si prospera su proyecto en el trámite parlamentario?
El presidente del Colegio Médico, y toxicólogo, Dr. Enrique Paris, ha dicho que el mayor porcentaje de intoxicaciones en Chile es causado por medicamentos. ¿Quiere el MINSAL que tal porcentaje aumente?
La muerte de la farmacia magistral
La elaboración de medicamentos por la vía magistral es tan antigua como la farmacia. El farmacéutico confecciona un medicamento en cumplimiento de una prescripción médica personalizada, es decir, para un paciente específico. Estas preparaciones se preparan para ese paciente y no se guardan en stock.
Los médicos acuden a esta modalidad para enfrentar ciertas carencias por ejemplo, para suplir medicamentos ausentes en el mercado farmacéutico, o para recetar dosis diferentes a las que ofrecen, todo ello para asegurar un mejor tratamiento.
Los preparados magistrales tienen un menor costo porque no tienen gastos de promoción ni publicidad y no pagan registro sanitario, y suelen ser los más indicados para enfermedades crónicas. Por tales razones, se puede afirmar que facilitan y hacen menos oneroso el tratamiento de muchas personas, especialmente de quienes tienen menos recursos.
El gran problema de atender a pacientes que padecen "enfermedades raras" (poco comunes) se soluciona eficazmente con formulaciones magistrales, que suplen la carencia de productos industriales ("drogas huérfanas") así conocidas porque las compañías farmacéuticas no las producen por su baja rentabilidad.
Pues bien, todas estas ventajas quedarán inhibidas con la aplicación del nuevo reglamento (Decreto Nº 79/11) dictado por el Ministerio de Salud. El ministro Mañalich ha sido inflexible frente a las demandas de profesionales y pacientes afectados en orden a postergar su vigencia para corregir disposiciones técnicas aberrantes que contiene el reglamento preparado por el I.S.P.
Medidas de dispensación inviables
Hace algún tiempo, el ministro de Salud manifestó la decisión de implementar dos medidas relacionadas con la dispensación de medicamentos. Una es la entrega a público de dosis unitarias de medicamentos, y la segunda, la prescripción genérica.
Se dijo que ambas medidas tenían por objeto mejorar el acceso de la población a los medicamentos, bajando su costo. Se puede aceptar que tal propósito es aplicable porque está en uso en otros países. Pero lo que está absolutamente claro es que tales medidas requieren de condiciones que no existen en Chile y que tardará mucho tiempo llegar a tenerlas.
En efecto, la venta por dosis unitarias significa fraccionar contenidos de envases, si éstos no corresponden a tratamientos completos, que sería, esta última, una buena forma de abaratar precios y evitar sobrantes innecesarios y riesgosos en nuevos usos automedicados.
Al no existir estas alternativas, a las farmacias llegarían envases clínicos, como a los hospitales, para extraer de ellos las dosis prescritas a cada paciente.
Una operación de esta naturaleza exige un recinto apropiado y la conservación de la cadena de aseguramiento de la calidad. No es fácil cumplir los requisitos de seguridad acreditada en un ambiente en donde el interés comercial impide una correcta y plena vigilancia profesional.
Se dirá que esta modalidad se practica habitualmente en muchos países. Es cierto. El fraccionamiento es habitual en países anglosajones, en los cuales - hay que decirlo - existe una cultura del medicamento milenaria que exige el respeto por el medicamento en todas sus formas de producción y dispensación.
En Chile, lamentablemente, estamos a años - luz de tener respeto por los fármacos, de suerte que una medida de la naturaleza anunciada por el MINSAL no pasará de ser un aviso con el propósito de engañar y de paso exponer a los pacientes.
La segunda medida es la prescripción genérica. Esto es una receta en que el médico debe indicar obligatoriamente los medicamentos por su denominación genérica, generalmente de menor precio, pudiendo el facultativo agregar alternativamente, si lo desea, el nombre del producto de marca correspondiente.
Se desconoce la reacción de los médicos frente a esta modalidad anunciada, que está en vigor aunque parcialmente en algunos países sudamericanos.
En todo caso, hay argumentos muy sólidos para exigir como condición "sine quanon" para aplicar tal modalidad de prescripción que en el país exista la equivalencia terapéutica acreditada. Y eso, en Chile, está aún en proceso de desarrollo. Es decir, falta aún un tiempo considerable para imponer este tipo de prescripción.
Las dos medidas anunciadas no son de suyo erradas, pero, como está analizado, no son viables en Chile en un plazo cercano. Si los requisitos se cumpliesen en algún tiempo más, requerirán de estudios técnicos serios para no quedar limitadas a la demagogia de que suele hacer gala el doctor Mañalich.